Un 2024 global que podemos -y debemos- escribir

El exeurodiputado socialista Carlos Carnero analiza los grandes asuntos políticos y económicos que serán clave en este 2024, qué puede hacer la comunidad internacional en su devenir y la influencia que tendrá la UE en estos meses, marcados por los comicios que tendrán lugar en el Parlamento Europeo y en países como Estados Unidos.

2024 estará dominado, entre otros, por tres gran asuntos políticos y económicos: la evolución de las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, las elecciones en los mayores espacios democráticos del mundo (Estados Unidos y la Unión Europea) y el cambio de rumbo en la lucha contra la inflación. 

No son cuestiones ajenas entre sí, sino directamente relacionadas: mientras los conflictos armados continúen abiertos o incluso empeoren, sus consecuencias se seguirán notando en términos políticos y económicos: del resultado de los comicios dependerá la gestión del orden internacional, de las guerras abiertas o de los conflictos armados que puedan estallar.

Por su parte, la normalización de la subida de precios no solo estará relacionada con las decisiones de los bancos centrales sobre los tipos de interés, sino con la existencia de disrupciones en la economía global que a su vez pueden influir en los resultados en las urnas. 

2024 estará dominado, entre otros asuntos, por la evolución de las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, las elecciones en Estados Unidos y la Unión Europea y el cambio de rumbo en la lucha contra la inflación

En cuanto a las armas, es difícil predecir cuándo callarán o si lo harán en algún momento. Pero lo que está claro es que ni en Ucrania ni en el Próximo Oriente, habrá una victoria militar que ponga fin a la guerra. El estancamiento en el primer caso es el escenario previsible, con la continua sangría en vidas humanas y destrucción material. En el segundo, todo indica que incluso puede abrirse una escalada regional de consecuencias imprevisibles. 

Conflictos armados y elecciones en el mundo

La pregunta es qué puede hacer la comunidad internacional para terminar con esos conflictos. Continuar la solidaridad con Ucrania, víctima de una invasión ilegal, por supuesto. Condenar los atentados de Hamás y señalar que la respuesta de Israel en Gaza ha ido más allá de la legítima defensa, por descontado. 

¿Pero no deberíamos volver la vista a las Naciones Unidas y respaldarla a fondo para que interviniera diplomáticamente en ambos casos? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ignorar que nos hemos dotado de reglas y sujetos para evitar las guerras o pararlas e imponer la paz y mantenerla? 

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ignorar que nos hemos dotado de reglas y sujetos para evitar las guerras o pararlas e imponer la paz y mantenerla? 

Afirmarlo puede parecer iluso, pero mucho peor es aceptar una situación en la que los países actúen al margen del derecho internacional y el mundo se convierta definitivamente en un terreno de juego de potencias o, todavía peor, de sujetos no estatales. 

Por lo que respecta a las elecciones en Occidente, el grado de preocupación es relevante, pero desigual. Una victoria de Donald Trump -a día hoy, prevista en los sondeos- en las elecciones presidenciales abriría una segunda fase de inestabilidad en Estados Unidos y en el conjunto del mundo, de consecuencias fácilmente imaginables, porque ya las hemos visto antes.

En cuanto a la UE, el probable crecimiento de la extrema derecha en las elecciones de junio no le dará la capacidad de condicionar las decisiones del Parlamento Europeo, pero sí de influir en la familia conservadora. 

La Unión Europea, protagonista en 2024

En este último escenario, es imprescindible que los grandes partidos europeístas -populares, socialistas, liberales, verdes, la izquierda proeuropea- sean capaces de definir un terreno común de convergencia, aún dentro de la lógica diferencia de programas, con el que seguir legislando, profundizando políticamente (con una nueva Convención para reformar los Tratados, como ha propuesto la Eurocámara) y ampliando la UE simultáneamente. Como ha hecho la Presidencia Española del Consejo, con un balance nítidamente positivo. 

En este último escenario, es imprescindible que los grandes partidos europeístas -populares, socialistas, liberales, verdes, la izquierda proeuropea- sean capaces de definir un terreno común de convergencia

En mi opinión, el avance de la derecha radical europea será realmente grave si a lo largo de 2024 y 2025 consigue aumentar su presencia en el Consejo y el Consejo Europeo vía elecciones nacionales, con la utilización de la regla de la unanimidad a su alcance. 

La inflación en el punto de mira

Y finalmente, la inflación: la Reserva Federal y el Banco Central Europeo parecen asumir que el alza de los tipos de interés ha tocado techo y que se mantendrán o bajarán. La economía internacional -empezando por la europea- necesita crecer de forma sostenible, no estancarse.

Así que haríamos bien en esperar de las autoridades monetarias que, si los precios vuelven a subir coyunturalmente (y los acontecimientos geopolíticos pueden provocarlo), no reaccionen aplicando de nuevo una receta que nos ha llevado al borde de la recesión.

El mundo necesita inversión y empleo, presencia de lo público y lo privado, transición digital y verde, y también una decidida política industrial, no lo contrario. 

El mundo necesita inversión y empleo, presencia de lo público y lo privado, transición digital y verde, y también una decidida política industrial, no lo contrario

En otras palabras, 2024 no está escrito de antemano y tenemos la posibilidad y la obligación de redactarlo como ciudadanas y ciudadanos en todos los terrenos: con las papeletas de voto, con nuestro apoyo a iniciativas de paz y al papel de la ONU, con nuestra reivindicación de una política económica renovada. Hablamos de nuestro derecho a participar en la vida pública, como señala la Constitución Española.  

SOBRE LA FIRMA 
Carlos Carnero es exeurodiputado del PSOE y fue miembro de la Convención que redactó el proyecto de Constitución Europea.
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