En un momento en el que el sector textil debe afrontar varios cambios y adaptaciones que marcarán el futuro, principalmente relacionadas con las exigencias nacionales y europeas acerca del reciclaje de la ropa usada, ‘Demócrata’ entrevista a un experto como Enric Carrera, que da su opinión sobre las nuevas obligaciones con los residuos textiles y deja algo muy claro: “tenemos un gran problema con el reciclaje textil”.
Enric Carrera no duda en afirmar que España tiene un “gran problema” con el reciclaje de la ropa usada. Con el Real Decreto sobre residuos textiles en plena tramitación, este doctor en Ingeniería Textil y profesor emérito de la Universidad Politécnica de Cataluña atiende a Demócrata para analizar los “claroscuros” de dicha normativa, que ha sido criticada (en algunos de sus puntos) tanto por las empresas productoras como por las organizaciones de la economía social que llevan años dedicadas al reciclaje.
Las condiciones laborales en el sector, el desconocimiento del consumidor o la enorme complicación que se prevé para involucrar a las empresas de moda rápida extranjeras en el nuevo sistema de reciclaje, son otros de los temas sobre los que el experto reflexiona.
Pregunta: Es un momento clave para la industria textil, con el aumento de las exigencias sobre reciclaje tanto europeas como nacionales, ¿qué opinión le merece el Real Decreto sobre residuos textiles?
Respuesta: Estamos ante un reto de una magnitud enorme. Se calcula que 900.000 toneladas de residuos textiles van al vertedero cada año, es decir, que el grueso de los residuos se gestiona de manera incorrecta. El reto es que esas 900.000 toneladas se recojan, clasifiquen y aprovechen.
Hay mucha falta de experiencia en el sector con la gestión de residuos, por lo que es normal que al principio haya algo de rechazo a las propuestas, pero es necesario conocer la magnitud del problema para abordarlo de acuerdo a su importancia. Es un decreto con claroscuros, pero es un primer paso y se mejorará con las alegaciones.
P: Las empresas, tanto las productoras como las de la economía social dedicadas al reciclaje, se quejan principalmente de que los objetivos son imposibles de cumplir o de la financiación del residuo textil en la fracción resto, ¿está de acuerdo?
R: El debate sobre si los que ponen en circulación prendas de vestir tienen que hacerse cargo también de los residuos que hay en la fracción resto ha generado mucho debate, pero hay que dejar claro que, en este momento, la mayoría de los residuos van a la fracción resto.
Si los productores se desentienden de esto, porque el consumidor ha hecho una mala gestión y lo ha tirado allí, en el fondo es una mala excusa. Si los productores se ven obligados a gestionarlo, serán los primeros que tendrán que preocuparse de que los usuarios hagan una correcta gestión. No me gustan que digan: “Cómo el usuario lo ha hecho mal, yo ya no soy responsable”. Tendrán que persuadirlo para que lo hagan bien, con publicidad, con educación… Pero es un tema muy complejo y polémico.
Además, habría que intentar introducir un criterio de racionalidad, pero la compra de ropa no es racional. Es difícil poner un criterio de racionalidad en un acto emocional. Ves algo en una tienda y, si te gusta, te lo compras, es un impulso.
P: El 88% de la ropa usada en España acaba en el vertedero, síntoma de que hasta ahora no se han hecho bien las cosas.
R: Es que de verdad que no somos conscientes de la magnitud del problema, y la respuesta debe ser proporcional. Será necesario un esfuerzo tanto público como privado para alcanzar los objetivos. Y, si éstos son inalcanzables, mejor tomarse un poco más de tiempo, pero que no se utilice como excusa para no abordar el problema.
P: ¿Está preparada la sociedad para este nuevo paradigma en cuanto al reciclaje?
R: No hay costumbre, ni precedentes, ni tradición. El contenedor que habrá en la calle a partir de ahora será de residuos textiles, no como ahora que hay un contenedor de ropa, y son cosas distintas. Lo primero que hay que hacer es cambiar lo que se echa al contenedor. Hasta ahora, el ciudadano solo ponía la ropa en buen estado para que se aprovechara, porque se asociaban los contenedores con un donativo social. Pero la gestión de los residuos es algo distinto, hay que explicar a la gente que no tienen que meter solo lo que está en buen estado, sino todo. Es un cambio de paradigma y hay que empezar a explicarlo. Si en un contenedor pone ‘Cáritas’, se identifica con algo de tipo social, pero hay que hacer una gran campaña de información.
P: ¿Se encarecerá la ropa?
R: Probablemente sí, y hay que empezar a decírselo a los ciudadanos. Estamos internalizando externalidades que hasta ahora no se habían calculado. Ahora, cuando vas a cambiar el aceite del coche, pagas la gestión del aceite, te lo ponen incluso en la factura. Pues no sé si lo pondrán en la factura, pero en el sector textil sucederá lo mismo.
P: ¿Puede llegar a ser España un referente europeo en el reciclaje?
R: En España hay tradición de reciclaje mecánico, históricamente se han triturado residuos textiles, y se sigue haciendo en la zona de Levante, Alcoy, Olot. Los que lo hacían, antes se escondían, ahora se publicitan.
Hay una gran experiencia industrial, pero hacen falta infraestructuras, ese es el gran reto. Cuando entran toneladas, hay que recogerlas, clasificarlas y reciclarlas. Y ahí entra el reto de si el reciclaje será mecánico o químico. El mecánico es interesante, pero tiene limitaciones. El futuro está en el químico, pero le faltan tres o cuatro años para ser una realidad consolidada.
Las plantas de reciclaje químico requieren suministro constante, son casi como de tipo petroquímico, no pueden parar.
P: Las empresas dicen que, aunque se cumplieran los objetivos, no hay infraestructura.
R: Es que no hay. Faltan muchísimas plantas. Y son caras, entonces es un riesgo empresarial, económico e industrial tremendo. Las Administraciones deberían construir plantas y sacarlas a concurso para que las empresas se encarguen de gestionarlas. La inversión inicial es lo que frena al sector.
P: Hay organizaciones de la economía social que llevan mucho tiempo trabajando en el reciclaje textil y ahora podrían quedarse fuera.
R: Hay que reconocer que lo poco que se ha hecho hasta ahora es mérito de esas organizaciones, pero tampoco es bueno que solo dependa de ellas, por lo que es necesario que haya empresas privadas que se encarguen. Aunque también hay que darles un espacio a las de la economía social por una cuestión de justicia histórica.
P: ¿Qué puede aportar la innovación al reciclaje?
R: La palabra clave es ‘ecodiseño’. Hay que empezar a producir prendas que incorporen la sostenibilidad en su fabricación. Hay que hacer que las prendas duren más. El problema es que Europa dice que hay que incorporar fibras recicladas, pero, al mismo tiempo, tienen que durar más, y eso es una contradicción estructural. Entendible, pero contradictorio.
El ecodiseño implica incorporar fibras, procesos y productos que al final duren más y que sean fáciles de reciclar. El primer principio del diseño es el monomaterial, o sea que sean de una sola fibra, y ahora mismo es imposible encontrar un calcetín de una sola fibra. Se requiere innovación para que las fibras sean fácilmente recicladas y reciclables.
Pero la moda se basa en la rotación de las colecciones y hay grandes empresas que hacen 50 colecciones al año. Esto no puede hacerse a precios baratos para que duren menos y haya más rotación, porque eso genera una superproducción de residuos.
P: ¿La inteligencia artificial provocará la pérdida de puestos de trabajo en el sector textil?
R: La industria de la confección es intensiva en mano de obra, no en capital. Entonces, puede haber cambios en el diseño o alguna mejora en la automatización, pero no serán importantes.
P: Hablando de empleo, ¿considera que es un sector precario o sus trabajadoras y trabajadores tienen, en general, buenas condiciones laborales?
R: No sé si precario, pero desde luego no es el que mejor paga. Un ingeniero, por ejemplo, en el sector de la electrónica cobra más que en el textil. No digo que pague mal, sino que es de los que menos paga si se compara con otros.
P: Hay problemas con las marcas low cost extranjeras, puesto que, por ejemplo, se les relaciona con malas prácticas en sus cadenas de suministro. ¿Habría que expulsarlas del mercado o tratar de involucrarlas en esta nueva era del reciclaje? Y en caso de que sea lo segundo, ¿cómo?
R: Es un gran problema, que se ha de asumir. El que pone en circulación ropa en Europa, ya sea porque la ha producido o importado, se ha de hacer cargo de su gestión. Si llega en un paquetito a tu casa, que te cuesta menos de 30 euros, es un problema, porque no ha entrado en el sistema. Y las cantidades son centenares de miles de paquetes que llegan diariamente a las casas de los ciudadanos europeos. No sé cuál es la solución, pero hay que resolverlo, porque esto es un coladero. Además, es pegarle un tiro en el pie a la industria textil europea, porque los de aquí cumplirán con todo. Tiene difícil solución, y más ahora que, como China ya no puede exportar a Estados Unidos, manda mucho más a Europa.







