La composición de la Mesa del Congreso, en manos de Junts, PNV y Coalición Canaria

El control del órgano de dirección pasa por lo que decidan catalanes, vascos y canarios. En juego, poder institucional, visibilidad política y dinero. El espacio heredero de CiU solo ha participado en la elección de los presidentes de la Cámara Baja en una ocasión desde 2015. Conozca todos los escenarios posibles para las votaciones de mañana.

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En unas horas arranca XV Legislatura de las Cortes Generales y lo hace con una sesión constitutiva llena de incógnitas. ¿La principal? La configuración de la Mesa del Congreso de los Diputados, con tres votaciones en las que los partidos con representación en la Cámara Baja se juegan poder institucional, el control de la institución, visibilidad política y dinero.

A partir de las 10:00 de la mañana de este jueves, 17 de agosto, sus señorías elegirán a los nueve parlamentarios que integrarán la Mesa. El órgano es el rector de la institución, encargado entre otras funciones de fijar el orden de los debates, el calendario de tramitación de las iniciativas o incluso de designar a la comisión sobre la que recae un proyecto o una proposición de ley. Lo ajustado de los apoyos con los que hasta ahora cuenta cada uno de los dos principales partidos y el formato de la elección (voto secreto por papeletas) dibujan varios escenarios posibles para dirimir quién relevará a Meritxell Batet al frente de la institución y quienes se harán con el control de la Mesa.

La elección de la tercera autoridad del Estado, tras el jefe del Estado (el rey) y el presidente del Gobierno, se realiza mediante una votación en la que cada legislador puede escribir el nombre de uno de los 350 diputados que conforman la Cámara. El puesto de presidente de la Mesa y del Congreso es para quien logre mayoría absoluta (176 apoyos) en la primera ronda. Si nadie alcanza esa cifra, el proceso se repite con los dos más votados como únicos candidatos posibles y ahí ya es posible ser elegido por mayoría simple.

Las posiciones de partida

El resultado electoral del pasado 23 de julio dejó una aritmética en la Cámara Baja que complica muchísimo forjar mayorías absolutas en torno al Partido Popular o al PSOE. Así lo constatan las negociaciones para la primera votación que tendrá lugar en la nueva legislatura. A expensas de lo que pueda suceder hasta el último momento, estas son las fuerzas conocidas de socialistas y populares en la pugna por la presidencia de la Mesa:

Aunque el PNV (5 escaños) ha expresado su predisposición a apoyar una eventual investidura de Pedro Sánchez, todavía no ha trascendido cuál será su posición de cara a la Mesa. Por su parte, Junts (7) no decidirá su postura hasta minutos antes del acto de constitución de las Cortes. Tampoco se conoce cómo actuará Coalición Canaria (CC), cuya única diputada podría ser la que determine el color de la presidencia en el supuesto de que los nacionalistas vascos optaran por otorgar sus votos al PSOE (empatarían a 171 con el PP) y Junts decidiera desentenderse de la formación del órgano de gobierno del Congreso.

Así las cosas, si el PP logra atraer a CC, los socialistas necesitarán:

¿Y en caso de empate? Si finalmente el PNV coordina sus votos con el PSOE y Junts y CC optan por la abstención, ambos bloques tendrían 171 apoyos. El Reglamento del Congreso solo contempla sucesivas votaciones entre los candidatos con el mismo número de apoyos hasta que en alguna de ellas se rompa el empate.

Incentivos para pactar

¿Una presidencia nacionalista?

La hipótesis de que la presidencia del Congreso no fuera para el PSOE o el PP es algo que se lanzó desde el entorno de Podemos a los pocos días del 23-J. Desde el PSOE ya han dejado claro que no se plantean un nombre que no sea el de su candidata, la expresidenta de las Islas Baleares, Francina Armengol. El debate surgió de nuevo este fin de semana, tras la propuesta del presidente de Coalición Canaria, Fernando Clavijo, de que el puesto fuera para alguien del PNV.

Los nacionalistas vascos guardan silencio también a este respecto, pero ante una negativa del PSOE, la única opción pasaría por un pacto entre PP, PNV y Vox, extremo este último que hace inviable la operación. Pese a que el voto es secreto, la elección de la presidencia exigiría que los 33 diputados del partido de Santiago Abascal escribieran el nombre de la persona designada por los jeltzales, una opción que en Vox ni se plantean.

EL INDEPENDENTISMO, AL MARGEN DE LA PRESIDENCIA DEL CONGRESO

Desde la irrupción de Podemos y Ciudadanos en las Cortes, los independentistas vascos y catalanes se han desentendido del proceso de elección de la tercera autoridad del Estado. Así, en la XI Legislatura, Patxi López fue elegido con los únicos votos de PSOE y Cs, mientras que EH Bildu y las marcas catalanas (ERC y Democracia i Llibertat) votaron en blanco.

En la XII, tanto ERC como Bildu votaron de nuevo en blanco (a ellos se sumaron PNV y CC) y CDC presentó a su propio candidato (Francesc Homs). Ya en 2019, en la XIII Legislatura, EH Bildu y ERC optaron por el voto nulo, mientras que Junts lo hizo en blanco. En la repetición electoral de aquel año, XIV Legislatura, vascos y catalanes apostaron por el voto nulo, secundados en esta ocasión por la CUP y el BNG.

La importancia de la vicepresidencia primera

Una vez se resuelva la identidad de la presidencia, la formación de la Mesa continúa con la elección de los ocho cargos restantes.

En las votaciones para las vicepresidencias y secretarías se eligen cuatro cargos al mismo tiempo, pero cada diputado solo tiene un voto (pueden escribir un único nombre en la papeleta). Los cuatro nombres más repetidos son, en ese orden, los que ocupan cada puesto: el primero tendrá la vicepresidencia primera, el siguiente la segunda y así sucesivamente. Lo mismo para las secretarías.

De esa forma, el número de asientos que se pretenda acaparar determinará la complejidad de los pactos. A efectos prácticos, el rango de las vicepresidencias o secretarías obtenidas no tiene especial relevancia, con una excepción: la vicepresidencia primera.

EL SUSTITUTO DEL PRESIDENTE

“Los vicepresidentes, por su orden, sustituyen al presidente, ejerciendo sus funciones en caso de vacante, ausencia o imposibilidad de este”. El artículo 33 del Reglamento del Congreso define así el rol del vicepresidente primero, que es la persona sobre la que recae normalmente la función de presidencia cuando el titular oficial no está presente.

Es habitual ver la imagen del vicepresidente primero ejerciendo la presidencia del Pleno a mitad de las sesiones de control del Congreso o durante parte de las jornadas plenarias, en especial durante aquellas que se extienden durante muchas horas.

Históricamente, solo en una ocasión la vicepresidencia primera no ha sido del bloque de formaciones que sostienen al Gobierno. Ocurrió en la XI Legislatura (2016), cuando Patxi López presidió la Cámara Baja con la ayuda de Ciudadanos y Celia Villalobos se hizo con la primera vicepresidencia primera, en una elección en la que Cs unió sus votos a los del PP. La situación apenas se extendió unos meses. Las Cámaras se disolvieron ante la imposibilidad de formar Gobierno y hubo repetición electoral.

Pujas por el control de la Mesa

Dada la correlación de fuerzas actual por bloques, en un principio el PP lograría dos vicepresidencias y dos secretarías, misma proporción que obtendrían las formaciones agrupadas en torno al PSOE y Sumar.

Cuestión distinta es que alguno de los bloques quiera garantizarse la vicepresidencia de mayor rango, la primera. En ese caso, dado que en la misma votación se eligen las cuatro vacantes a la vez, el proceso se convierte en una suerte de subasta a sobre cerrado (no saben cómo se van a repartir los votos en el bloque contrario) en la que las formaciones ponen el número de papeletas que desean dedicar a conseguir cada una de las sillas. Y ahí, cuantos más votos tengas a tu disposición, mayores son las posibilidades. En función de las aspiraciones y la ambición de cada bloque, estos son los escenarios posibles:

Escenario uno: cuatro asientos sin importancia del grado
  1. El PP va en solitario (137 votos). Bajo esta hipótesis, a los populares les vale con dividir sus escaños entre dos nombres a partes iguales. El “precio” de sus asientos serían 68 y 69 votos, con lo que se asegurarían dos vicepresidencias y dos secretarías, con indiferencia de los apoyos que logre concitar el PSOE. Los socialistas, eso sí, solo necesitarían 70 votos para amarrar la vicepresidencia primera, algo que tendrían al alcance incluso sin un acuerdo con PNV, Junts o CC. El PSOE y sus socios se harían con las vicepresidencias y secretarías primera y segunda.
  2. Acuerdo PP+Vox+UPN (171 votos). En este caso, el coste de los asientos del bloque conservador subiría a 85 y 86 votos. Arrebatarles la vicepresidencia y la secretaría primera requeriría 87 votos, cifra que sigue estando al alcance del PSOE aun sin los apoyos de los nacionalistas vascos, de Junts, ni de CC. Los socialistas y sus socios se haría con las vicepresidencias y secretarías primera y cuarta. El PP tendría que ceder uno de sus cuatro asientos a Vox.
Escenario dos: el PP puja por la vicepresidencia primera y el PSOE renuncia a ella
  1. El PP va en solitario (137 votos) y el PSOE+Sumar tienen apoyo de ERC, EH Bildu y BNG (166 votos). Si el PP quisiera la vicepresidencia primera a toda costa, puede concentrar todos sus votos en una única candidatura (137 votos). Esta opción implica renunciar a otra vicepresidencia y optar a un máximo de tres asientos en la Mesa (vicepresidencia y dos secretarías).
  2. El PP pacta con Vox y UPN (171 votos). El único aliciente para explorar esta opción es intentar conseguir una vicepresidencia adicional para el bloque conservador, además de la primera. Para que esta hipótesis sea viable tendrían que rebajar la puja por la vicepresidencia de mayor rango, porque mantenerla en 137 votos, solo dejaría 34 papeletas para una segunda candidatura, cantidad que el bloque del PSOE podría superar con facilidad incluso dividiendo sus apoyos en tres nombres (56, 55 y 55 papeletas para cada candidatura).

Y es ahí, si algún bloque intenta pujar alto por la vicepresidencia primera, donde hay que calibrar muy bien las fuerzas: asegurarse esa silla puede suponer ceder otras tres. Dado que parece improbable un acuerdo entre la mayoría de las formaciones para repartirse los ocho asientos al margen de la presidencia, los escenarios más probables en las votaciones de mañana son aquellos en los que PP y PSOE juegan una partida a ciegas sobre las verdaderas intenciones del otro.

En ese supuesto, el papel del PNV, CC y Junts cobra de nuevo especial relevancia si el PSOE aspira al control de la Mesa y también a la vicepresidencia primera porque aunque las opciones son pequeñas, hay combinaciones que permitirían al PP ir a por la mayoría del órgano aun sin tener la presidencia del mismo.

Escenario tres: PP y Vox amagan con la vicepresidencia primera, pero buscan controlar la Mesa
  1. PP+Vox+UPN (171 votos) renuncian a la vicepresidencia de mayor rango y buscan el resto de ellas. PSOE y Sumar van con el apoyo de EH Bildu, ERC y BNG (166 votos). La clave de que esta jugada pueda ser exitosa pasa porque el PSOE y sus socios quieran para sí mismos la vicepresidencia primera y que al mismo tiempo crean que el PP también persigue ese objetivo. En ese caso, el PSOE tendría que elevar su apuesta por la primera silla sin saber cuál es el precio hipotético que podría ponerle el PP.

Una cifra orientativa para ilustrar este ejemplo pueden ser los antecedentes de legislaturas anteriores. Así, en las dos últimas, PSOE y UP lograron hacer vicepresidentes primeros a Gloria Elizo (mayo de 2019) y a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (diciembre de 2019) con 112 y 108 votos respectivamente. En enero de 2016, el PP alcanzó ese puesto para Villalobos con 114 papeletas.

Si el bloque del PP divide sus 171 apoyos entre tres nombres, el precio de esas sillas quedaría en 57 apoyos. Al mismo tiempo, si el PSOE decidiera valorar la vicepresidencia primera por encima de 109 apoyos, al bloque solo le quedarían libres 56 votos o menos para optar a otra silla, un número insuficiente (en caso de empate, se celebra una votación nueva entre los nombres empatados).

En este caso, el bloque del PP podría tener tres vicepresidencias y dos secretarías, un total de cinco asientos y la mayoría de la Mesa, aun en el supuesto de que no consiguiera la presidencia.

LAS SORPRESAS DE VOTAR A CIEGAS

En la XII Legislatura, tras la repetición electoral de 2016, Ana Pastor se hizo con la presidencia del Congreso gracias al pacto de PP y Cs (169 diputados). La sorpresa saltó en las votaciones posteriores, cuando para la elección de los vicepresidentes (Ignacio Prendes, de Cs, y Rosa Romero, del PP) el bloque de centroderecha logró recabar 179 papeletas, diez más. En aquel momento todas las miradas se dirigieron al PNV y CDC (heredera entonces de CiU), que siempre negaron haber coordinado sus votos con el PP. Cs también se desentendió de aquel resultado, asegurando que su único acuerdo era con los populares.

¿Sería posible ahora, por ejemplo, un acuerdo PP+PNV para ceder un asiento a los nacionalistas vascos a cambio, por ejemplo, de la presidencia del Congreso? Existe el veto cruzado de PNV y Vox, pero hacer presidente alguien del PP no exigiría a nacionalistas ni a los de Abascal tener que apoyar a alguien del otro partido. A la hora de dar una vicepresidencia o una secretaria a PNV y a Vox, los diputados de estos dos partidos podrían votar a alguien de su formación y que fuera el PP quien repartiera entre su bancada el resto de papeletas necesarias para que los socios minoritarios tuvieran representación.
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