El jefe del Ejército de Sudán y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdelfatá al Burhan, ha abogado este miércoles por lograr «una paz justa» y ha mostrado su disposición a colaborar de forma «constructiva» con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para lograrlo, después de rechazar la propuesta del Cuarteto, encabezado por Washington, para un alto el fuego en el país africano.
«El pueblo sudanés ya ha sufrido bastante. El mundo debería apoyarlo, no a quienes buscan destrozar su país», ha dicho, en referencia a las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). «Sudán está dispuesto a colaborar de forma constructiva con la Administración Trump y con todos aquellos que realmente buscan la paz», ha destacado.
«La paz no puede construirse sobre ilusiones. Debe construirse sobre la verdad. En este momento, la verdad es el aliado más fuerte de Sudán», ha señalado en una carta abierta publicada en el diario estadounidense ‘The Wall Street Journal’, donde ha reconocido que «la guerra lanzada por la milicia de las RSF es algo que no tiene comparación» en la historia del país.
Así, ha resaltado que el conflicto, desatado en abril de 2023, «está desgarrando el tejido social de la sociedad, desarraigando a millones de personas y poniendo en riesgo a toda la región». «Aun así, los sudaneses miran con esperanza a sus aliados en la región y en Washington», ha destacado Al Burhan.
«Sudán lucha no solo por su supervivencia, sino por una paz justa que solo puede lograrse con el apoyo de aliados que reconozcan la verdad sobre cómo comenzó la guerra y qué se requiere para ponerle fin», ha sostenido, al tiempo que ha vuelto a acusar a las RSF, «una milicia fuertemente armada y con un largo historial de brutalidad», de «rebelarse contra el Estado».
En este sentido, ha hecho hincapié en que «si bien las RSF niegan que estén dañando a civiles, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, entre otros, ha informado sobre los asesinatos masivos, la violencia sexual y los actos de terrorismo contra civiles sudaneses por parte de la milicia», incluida «la masacre de miles de civiles» tras tomar en octubre la ciudad de El Fasher, capital de la región de Darfur Norte.
Al Burhan ha asegurado que «reconoció hace mucho que las RSF eran un polvorín» y ha argumentado que el grupo, surgido a raíz de las milicias ‘yanyauid’ –implicadas en el genocidio en Darfur durante el régimen de Omar Hasán al Bashir– se habían convertido en «una formación paramilitar cada vez más autónoma, fuertemente armada y sin rendición de cuentas que operaba al margen de la cadena de mando del Estado».
«Esta estructura, combinada con sus fuentes de financiación independientes y su historial de abusos, planteaba una amenaza directa a la estabilidad de Sudán y a la unidad de nuestras instituciones nacionales», ha manifestado Al Burhan, quien fue aliado del líder de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’, durante la transición abierta en 2019 y hasta el estallido de la guerra por las tensiones internas y las luchas de poder.
De esta forma, ha recordado que el Gobierno sudanés intentó en diciembre de 2022 «iniciar un camino para integrar de forma responsable a las RSF en el Ejército», extremo que fue finalmente el detonante de la guerra, después de que la transición sufriera un duro golpe con la asonada de 2021, en la que Al Burhan –con el respaldo de ‘Hemedti’– derrocó al primer ministro civil, Abdalá Hamdok.
«TRAICIÓN» DE LAS RSF
Así, ha denunciado que «las RSF se volvieron contra el Ejército nacional al que habían comprometido unirse» y cometieron «una traición que sumió a Sudán en la guerra». «Lo que hace esto más doloroso es saber que las RSF no actúan solas», ha dicho, al tiempo que ha insistido en que el grupo «disfruta de un generoso apoyo material y de otro tipo por parte de respaldos extranjeros que creen erróneamente que impulsar un grupo al que Estados Unidos ha acusado de genocidio y limpieza étnica hará avanzar sus estrechos intereses».
«El pueblo sudanés lo ve claramente. Entiende el coste de convertirse en un campo de batalla para las ambiciones ajenas. Ese campo de batalla no se limitará a nuestras fronteras», ha advertido, antes de incidir en que «la guerra amenaza la estabilidad del mar Rojo, al este, y del frágil Sahel, al oeste, así como un peligro directo para los intereses estadounidenses».
Por todo ello, ha reiterado su disposición a trabajar para «lograr la paz que el pueblo sudanés espera desde hace tanto tiempo», si bien ha reiterado que para lograr una «paz duradera» es necesario que «las RSF y sus mercenarios sean desmantelado». «Ni ellos ni sus colaboradores tienen cabida en el futuro político o de seguridad de Sudán», ha subrayado Al Burhan, quien ha rechazado negociar con el grupo hasta que entregue las armas y se retire de las zonas que controla.
«La única ventana que podría quedar abierta para los miembros de las RSF es la posibilidad de integrar elementos de la milicia en el Ejército nacional, pero estrictamente bajo criterios profesionales y solo para aquellos que estén libres de cualquier delito criminal», ha reseñado, al tiempo que ha destacado que «el pueblo sudanés mira a Washington para que dé el siguiente paso» de cara a «trabajar» con Jartum «y aquellos en la región que buscan realmente la paz» para «poner fin a la guerra».
En esta línea, ha explicado que «el consenso entre los sudaneses es que Trump es un líder que habla con franqueza y actúa de forma decidida». «Muchos creen que tiene la determinación para hacer frente a los actores extranjeros que prolongan nuestro sufrimiento», ha agregado. «Pedimos al mundo que elija entre la estabilidad y la violencia, entre un Estado soberano que intenta proteger a sus ciudadanos y una milicia genocida empeñada en destruir comunidades», ha argumentado.
UN SOCIO «FUERTE» DE EEUU
«Cuando la guerra termine, y debe terminar, Sudán quiere ser un socio fuerte de Estados Unidos. Queremos ayudar a proteger la estabilidad regional, combatir el terrorismo y reconstruir nuestras ciudades y pueblos destrozados. Las empresas estadounidenses desempeñarán un papel importante en la reconstrucción, la inversión y el desarrollo a largo plazo», ha prometido.
Al Burhan ha mostrado además su intención de lograr que Sudán «recupere su papel como una fuerza regional positiva» y ha recordado que Jartum dio en 2021 «el paso histórico» de sumarse a los conocidos como ‘Acuerdos de Abraham’, con los que varios países establecieron relaciones diplomáticas con Israel.
«Creemos que la paz y la cooperación son el único camino hacia la estabilidad en Oriente Próximo y el Cuerno de África. Esa visión aún nos guía», ha defendido el jefe del Ejército, que ha insistido en que «una verdadera paz en Sudán nunca será obtenida únicamente a través de una victoria militar». «Debe estar fundamentada en la democracia, el Estado de derecho y la protección de los derechos de nuestro pueblo», ha sostenido.
«Las Fuerzas Armadas Sudanesas mantienen su compromiso con la transición a un gobierno civil, un proceso interrumpido por la guerra, pero no abandonado. Nuestro pueblo merece la oportunidad de elegir a sus líderes y forjar su futuro», ha señalado, en medio de las acusaciones de ‘Hemedti’ contra el papel que jugó el jefe del Ejército en las dificultades del citado proceso desde 2019.
Por último, ha reseñado que «Sudán se encuentra hoy en una encrucijada: un camino conduce al colapso y al caos regional; el otro conduce a la recuperación y al cumplimiento de una promesa largamente postergada de democracia y estabilidad». «No podemos recorrer este camino solos. Necesitamos aliados que comprendan lo que está en juego y que estén dispuestos a afrontar las verdades incómodas», ha zanjado.











