El doctor Ignacio Basurte, psiquiatra y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), ha destacado que es frecuente que los pacientes que sufren trastornos de la conducta alimentaria (TCA) padezcan también adicciones y otras complicaciones mentales.
Basurte ha indicado que recientemente se ha registrado un incremento notable en la incidencia de los TCA, particularmente entre adolescentes y jóvenes adultos. Se calcula que la prevalencia del trastorno por atracón afecta al 3% de la población, mientras que la bulimia nerviosa oscila entre el 1 y el 1,5%, y la anorexia nerviosa, el trastorno mental más letal, afecta aproximadamente al 0,5% de la población.
“En la adolescencia, sin embargo, hablamos de una prevalencia de los TCA cercana al 5 por ciento, y sabemos que los síntomas subclínicos, como dietas extremas, atracones ocasionales o ejercicio compulsivo, son incluso más frecuentes”, ha expresado Basurte.
Con motivo del Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, la SEPD ha querido resaltar la coexistencia frecuente de los TCA con adicciones y otros trastornos mentales, fenómeno conocido como patología dual.
“Los trastornos de la conducta alimentaria casi nunca aparecen solos”, ha señalado Basurte. El experto apunta que los TCA suelen formar parte de “un cuadro más amplio”, frecuentemente acompañados de trastornos mentales como la depresión, la ansiedad, los rasgos obsesivo-compulsivos, los trastornos de personalidad o el TDAH en perfiles más impulsivos. También son comunes las adicciones comportamentales y/o a sustancias.
“En conjunto, se trata de pacientes con gran vulnerabilidad emocional, donde la alimentación, el cuerpo y las conductas adictivas funcionan como vías de regulación que acaban dañando profundamente su salud”, añade el portavoz de la SEPD.
Basurte observa que las adicciones, ya sean con o sin sustancias, “suelen actuar como una vía de alivio momentáneo” que, en última instancia, empeoran el trastorno alimentario. Entre las adicciones a sustancias, las más habituales entre los pacientes con TCA son el alcohol, el cannabis y la nicotina, recurrentes en perfiles impulsivos como los de bulimia o trastorno por atracón, así como el consumo de psicoestimulantes para controlar el peso o compensar la fatiga asociada al trastorno.
En cuanto a las adicciones comportamentales, el especialista resalta la alta prevalencia del ejercicio físico compulsivo, especialmente en pacientes con anorexia, y el desarrollo de comportamientos repetitivos como las compras, el uso problemático de Internet o conductas de riesgo que sirven como formas de escape emocional.
UNA RELACIÓN “INFRAVALORADA Y POCO ATENDIDA”
Para el portavoz de la Sociedad Española de Patología Dual, esta relación de los TCA con adicciones y otros trastornos mentales, aunque común, sigue siendo “poco atendida y bastante infravalorada”.
“En la práctica clínica muchas veces pasa inadvertida porque el foco suele ponerse únicamente en el peso, la conducta alimentaria o las complicaciones médicas inmediatas. El consumo de sustancias o las conductas adictivas quedan en un segundo plano, ya sea porque el propio paciente las minimiza o porque culturalmente no se asocia el TCA con una posible adicción”, explica Basurte, quien subraya que esto provoca retrasos en el diagnóstico y en el tratamiento adecuado, lo que a su vez conlleva un peor pronóstico y una evolución más inestable de las personas afectadas, que tienen un mayor riesgo de recaída.
“Cuando un trastorno de la conducta alimentaria aparece acompañado de una adicción, el pronóstico se complica de forma clara. No porque el paciente no pueda recuperarse, sino porque hablamos de cuadros que se retroalimentan entre sí. La depresión, la ansiedad, el trauma o la impulsividad aumentan la vulnerabilidad a las conductas alimentarias patológicas; y, a su vez, el propio TCA incrementa la necesidad de recurrir a sustancias o comportamientos adictivos para regular el malestar. Todo esto genera un ciclo clínico más inestable, con más recaídas y mayor riesgo médico”, enfatiza.
En este contexto, el psiquiatra recalca la importancia de un abordaje integrado desde el inicio, que atienda la dualidad y no solo una parte del problema. “No basta con tratar el peso o la conducta alimentaria. Hay que intervenir también sobre la adicción, sobre los síntomas afectivos o traumáticos y sobre los factores de impulsividad o regulación emocional. Cuando se aborda todo el cuadro de forma coordinada, la respuesta mejora de manera significativa”, concluye.










