El doctor Víctor García, perteneciente al Grupo de Infección Grave del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe (IIS-La Fe) en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia, describió cómo la dana en Valencia originó un contexto epidemiológico “excepcional”, caracterizado por infecciones no comunes y un incremento de los casos de gastroenteritis.
“Pero gracias a la coordinación asistencial y al trabajo de Salud Pública se pudo volver progresivamente a la normalidad”, destacó García durante el 46a Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y 39o Congreso de la Sociedad Andaluza de Medicina Interna (SADEMI) celebrados en Córdoba.
Además, García explicó que inicialmente, las infecciones más frecuentes fueron las cutáneas y de tejidos blandos, causadas por heridas y cortes en contacto con agua contaminada y residuos de las inundaciones. Estas infecciones eran habitualmente polimicrobianas y causadas por bacterias de agua dulce o del intestino humano y animal, incluyendo tipos poco comunes de ‘Proteus’, ‘Pseudomonas’ y las peligrosas ‘Aeromonas’, además de algunos casos de bacterias resistentes a los antibióticos sin exposición previa conocida a estos.
“Por ejemplo, en los tres meses posteriores se atendió a 108 pacientes con heridas sospechosas de infección, de los cuales un 26 por ciento presentó celulitis en la primera valoración. Se aislaron hasta 18 especies diferentes, lo que permitió definir protocolos precoces y multidisciplinares para optimizar el manejo, tanto en antibióticos como en intervenciones quirúrgicas”, agregó García.
Más adelante, aunque las infecciones de heridas siguieron siendo un reto, el enfoque se desplazó hacia las infecciones gastrointestinales, con un incremento en los casos de gastroenteritis bacterianas. La Fe inició un registro específico de infecciones de heridas asociadas a la dana, con colaboración entre múltiples departamentos especializados.
Los resultados de los tres meses siguientes mostraron un patrón de bacterias propias del agua dulce y de origen entérico (más del 70% de los aislamientos), infecciones polimicrobianas y la necesidad de un tratamiento quirúrgico y antibiótico complejo, aunque con menos casos graves de lo esperado. La tasa de ingreso hospitalario fue del 13,9 por ciento, y el 86,7 por ciento de estos pacientes requirió cirugía. Solo se registró un caso fatal, y la mayoría de los pacientes tuvieron una evolución favorable.
Este análisis también identificó deficiencias en las primeras intervenciones, como el uso de antibióticos empíricos sin cultivo previo, y ayudó a establecer nuevas guías para mejorar la respuesta a futuras catástrofes. Paralelamente, un estudio nacional sobre el riesgo infeccioso ambiental ayudó a desarrollar un modelo de referencia ‘One Health’, esencial para enfrentar futuras amenazas infecciosas relacionadas con el cambio climático.
















