La formación en alfabetización alimentaria se revela como el método más efectivo para luchar contra las ‘fakes news’, equipando a los consumidores con habilidades para analizar información, identificar sesgos y distinguir entre ciencia y pseudociencia, según un estudio reciente titulado ‘Salud, alimentación y fake news’. Este informe, realizado por la Oficina Alimentaria de LLYC en colaboración con Newtral, sugiere que la cooperación entre sectores públicos y privados, apoyada en iniciativas europeas y plataformas conjuntas, podría ser crucial para fortalecer la confianza y generar un impacto positivo en la sociedad. Además, recalca la necesidad de mantener una coherencia en la información alimentaria como pilar de la salud pública y la confianza del consumidor.
“Las noticias falsas, los bulos sobre alimentación están muy presentes en nuestra vida cotidiana, cuál es el contenido nutricional de los productos o cómo se elaboran. Son temas que hay que tratar con el máximo rigor para que los consumidores tomen decisiones responsables. La desinformación es ciertamente un riesgo, pero también es una oportunidad si somos capaces de explicar de forma sencilla estas cuestiones que tanto interesan al ciudadano. Lograremos así un efecto positivo”, señaló el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en su intervención a través de un vídeo durante la presentación del informe.
Por su parte, Fernando Moraleda, director de la Oficina Alimentaria de LLYC, mencionó que casi un tercio de las ‘fakes news’ están relacionadas con la alimentación y que “Además, se difunden siete veces más rápido que las noticias reales”. “Las redes sociales han amplificado la velocidad, el alcance de mensajes emocionales, bulos que confunden al consumidor y erosionan la confianza en la industria. Afrontar este riesgo exige mecanismos de desmentido rápidos y creíbles, una mayor coordinación con los medios de comunicación y campañas educativas que refuercen la evidencia científica”, profundizó Moraleda.
MEJORAR EL ETIQUETADO NUTRICIONAL
El documento propone un decálogo de principios para una comunicación más clara, educativa y responsable. Según la OCU, el 45% de los españoles tiene dificultades para interpretar el etiquetado nutricional y solo el 48% de los europeos confía en que los fabricantes proporcionen información veraz y transparente, de acuerdo con el Food Trust Report 2023 de EIT Food. “En el caso de ‘Nutri-Score’, no tiene en cuenta todos los componentes de los alimentos, como ocurre con el aceite de oliva. El sistema no es equitativo y hace sesgos dependiendo de la composición, por eso no funciona”, indicó Rafeal Urrialde, miembro de la Real Academia Europea de Doctores, quien sugiere el uso de etiquetados frontales con alertas sobre el consumo excesivo “como grasas, azúcar y sal”.
El informe también señala cómo los ‘influencers’ se han establecido como figuras de autoridad, compitiendo con fuentes académicas y autoridades sanitarias, democratizando el acceso a información pero también facilitando la difusión de mitos, especialmente entre audiencias jóvenes. Además, advierte sobre el papel de la inteligencia artificial en la creación de bulos más sofisticados y en la detección temprana y trazabilidad de fuentes cuando se integra en sistemas de monitorización. “El imperio de las redes sociales, el avance de la IA, el auge de los ‘influencers’ como creadores de opinión y el galopante negacionismo científico son los peores aliados para una información correcta”, destacó Ana López-Santacruz, directora ejecutiva de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), quien aboga por una mayor colaboración con los medios para controlar la propagación de bulos.
DESMONTA CINCO MITOS FRECUENTES
El estudio desmiente algunas creencias populares sobre la alimentación. Destaca que la leche, a diferencia de las bebidas vegetales, excepto la soja fortificada, ofrece proteínas de alto valor biológico, calcio biodisponible y vitaminas D y B12. Contradice el concepto de que ‘lo natural’ es siempre preferible a lo procesado, recordando que la naturalidad no asegura seguridad y que técnicas como la pasteurización o la fermentación son vitales. Asimismo, refuta la idea de que el azúcar sea un ‘veneno’, explicando que el peligro reside en el consumo elevado de azúcares libres, no en los azúcares naturales de frutas, verduras o lácteos. También aborda la comparación entre la carne y la proteína vegetal, señalando que la carne proporciona proteínas completas, hierro hemo y vitamina B12, y su consumo moderado es compatible con la dieta mediterránea. Por último, aclara que los aditivos autorizados por la EFSA han pasado rigurosos controles de seguridad; el problema real es el contexto de productos de baja calidad nutricional en los que se utilizan.