El 18 de febrero de 1983, Landelino Lavilla dimitió como presidente de la Unión de Centro Democrático (UCD). Tras una larga reunión del consejo político de la formación, en el que también renunció a sus funciones como secretario general Juan Antonio Ortega. Un hecho que derivó a efectos prácticos en la liquidación del partido, cuya última decisión fue dar libertad y autonomía a las organizaciones provinciales para concurrir a las elecciones municipales que se celebrarían en mayo de ese mismo año, en compañía o coalición del partido que eligiesen, en cualquier caso, no con las siglas de la UCD.
La disolución de la formación que había ocupado el poder entre 1977 y 1982 tuvo otra consecuencia hasta entonces inédita: en el Congreso de los Diputados iba a haber un grupo parlamentario sin ningún partido detrás que orientase sus decisiones y ante el que responder. Doce diputados libres sin tutelas, ni tu tías, cuando apenas la II legislatura (1982-1986) acababa de empezar.
La liquidación de manera oficial del partido cristalizó una realidad que durante la I legislatura (1979-1982) había quedado patente: la incapacidad del conglomerado de familias políticas, que era la UCD, para sobrevivir sin el pegamento del poder. Aunque lo más paradójico fue el hecho de que el inicio de la descomposición se diese con sus líderes, Adolfo Suárez, primero, y Leopoldo Calvo-Sotelo, después, aún en la Moncloa.
Un final precipitado
La I legislatura arrancó con Suárez siendo investido de nuevo presidente del Gobierno y con un grupo parlamentario centrista formado por 170 diputados. La misma legislatura que concluyó de manera precipitada en el verano de 1982, ya con Calvo-Sotelo en la Moncloa y con una UCD en crisis que había perdido una veintena de parlamentarios. Oficialmente el Grupo Centrista estaba integrado en el momento de disolución de las Cortes por 150 miembros, aunque eran muchos más los que a esas alturas desafiaban a su propio partido, siendo frecuentes las indisciplinas.
Un goteo de salidas, deslealtades y reproches cruzados entre amigos y conocidos de la UCD, que inició el diputado por Barcelona, Joaquín Molins. Era marzo de 1980 y al no ver correspondidos los anhelos de un sector de los parlamentario ucedistas catalanes, por lograr cierta autonomía orgánica, optó por abandonar el Grupo Centrista y pasarse al mixto. Al hilo de una interpelación de 1980 de Miquel Roca (Minoría Catalana) solicitando la elaboración de una Ley General de Comercio , Molins reprochó al Gobierno en 1982 que un año después y a pesar del compromiso del ministro del ramo, Juan Antonio García Díez, seguía sin existir.
«No se trata tanto de que el Gobierno haya dejado de cumplir un compromiso ante el Parlamento como de algo, a mi entender, todavía más grave, y es que el Gobierno deja de cumplir o no satisface una necesidad de la sociedad misma, necesidad reconocida por el propio señor ministro», afirmó Molins, en una intervención crítica contra el ejecutivo del que había sido su partido, la UCD, que gobernaba en solitario.
A la salida de Molins, se sumó poco después la del diputado andaluz Manuel Clavero, de mayor simbolismo. Clavero había dimitido dos meses antes como ministro de Cultura y entre 1977 y 1979 había ocupado la cartera de Regiones (en la actualidad Administración Territorial). La ruptura de Clavero, primero con el Gobierno y posteriormente con la UCD, tenía su origen en las discrepancias mantenidas respecto a las comunidades autónomas. En concreto, por la vía de acceso de Andalucía a la autonomía.
La cuestión autonómica
La celebración el 28 de febrero de 1980 del referéndum autonómico en Andalucía dejó un escenario muy abierto y convulso. El sí triunfó con un 87’5% en el conjunto del territorio, pero no se alcanzó el techo legal (mayoría absoluta) exigido en todas las provincias, lo que impedía que fuese ratificado. En Almería solo un 42% votó a favor y se produjo un terremoto político de gran magnitud.
En consecuencia se sucedieron diversas propuestas, como repetir el referéndum en la provincia de Almería (PSOE) o reconducir el proceso autonómico andaluz del art. 151 de la Constitución al art. 143 (UCD). Finalmente el acuerdo al que se llegó fue reformar la Ley Orgánica 2/1980 reguladora de las distintas modalidades de referéndum y dar por válido, para lograr la vía autonómica, una «mayoría absoluta del censo de electores en el conjunto del ámbito territorial que pretenda acceder al autogobierno».
Es en uno de los debates parlamentarios para consensuar dicha reforma se produjo la siguiente escena que refleja hasta qué punto, pero sin perder la cortesía, Clavero estaba completamente alejado de su antiguo partido (y Gobierno).
«Refiriéndome, precisamente, a mis antiguos compañeros y siempre amigos de la UCD, os diría que si ganáis esta votación volveréis a perder ante el pueblo andaluz, porque habréis vuelto a votar en contra de la voluntad del pueblo andaluz. Si, por el contrario, perdéis esta votación también habréis perdido otra vez ante el pueblo andaluz, porque también habéis vuelto a votar en contra de la voluntad de ese pueblo». La proposición de Clavero, que buscaba reducir el tiempo que debía transcurrir para volver a celebrar un referéndum de cinco años a dos meses, fue rechazada.
La escisión socialdemócrata
En febrero de 1982 un grupo de diez diputados abandonaron el Grupo Centrista. Fue la ruptura definitiva del ala socialdemócrata de la UCD. Encabezados por Francisco Fernández Ordóñez pasaron a formar parte del Grupo Mixto durante los meses restantes de la I legislatura. Se daba la circunstancia de que Fernández Ordóñez, fundador del partido y barón del sector más progresista, quien además, había ocupado la cartera de Hacienda en el primer Gobierno democrático de Suárez, había dimitido como ministro de Justicia en otoño de 1981.
En mayo de 1982, en la comisión de Exteriores, de la que Fernández Ordóñez, era miembro compareció el ministro José Pedro Pérez-Llorca, para informar de la posición del Gobierno respecto del problema de las Malvinas. A pesar de compartir en el fondo la postura del Ejecutivo, el rechazo del uso de la fuerza como medio para resolver los conflictos internacionales, e incluso de reconocer las dificultades de gestión de la crisis, el exministro no dejó pasar la oportunidad para marcar distancia con las decisiones de los que hasta no hacía mucho habían sido sus compañeros de gabinete.
«Nosotros nos sentimos muy cerca del pueblo argentino, aunque estamos muy lejos de su Gobierno», afirmó ejerciendo como portavoz de los diputados de Acción Democrática (PAD). Formación política en la que se habían agrupado la decena de diputados socialdemócratas desvinculados de la UCD.
Cambio de protagonistas
También fueron muy sonadas las salidas de los diputados del sector más conservador. Fue el caso de Ricardo de la Cierva y Francisco Soler, liderados por Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Todos ellos pasaron a formar parte del grupo Coalición Democrática, coalición bajo la que había concurrido la Alianza Popular de Manuel Fraga a las elecciones de 1979. No obstante, en su nuevo grupo, Miguel Herrero no tuvo el mismo protagonismo y poder que acumuló en el centrista, donde llegó a ostentar la portavocía. En consecuencia, los continuos reproches que dirigía al que había sido su partido, estaban mucho más presentes en la prensa que en los Diarios de Sesiones.
Pero hubo otros damnificados, más allá de la propia UCD. Los grandes perjudicados, sin duda, de la masiva escisión de diputados ucedistas fueron los miembros iniciales del Grupo Mixto. Un grupo que arrancó la I legislatura con 9 miembros y la concluyó con 25 y cuyos integrantes originales vieron reajustados el tiempo en las intervenciones, la presencia en las distintas comisiones, las dependencias parlamentarias…
En el momento de la disolución formal de la UCD, del que ahora se cumplen 40 años, Molins y Fernández-Ordoñez eran también diputados en el Congreso. Ambos volvieron a concurrir en las elecciones de 1982, aunque no bajo el amparo de la UCD. Molins lo hizo en la candidatura de CiU y revalidó su escaño por Barcelona. Por su parte, Fernández- Ordoñez y varios de los compañeros junto a los que había formado el PAD, se integraron en las listas del PSOE, saliendo elegidos y contribuyendo a la mayoría más que absoluta que logró Felipe González en aquellos comicios.