Francina Armengol (PSOE) comprobó ayer en primera persona el peso simbólico del poder legislativo cuando tuvo que abrir la gran puerta de los Leones. «Bienvenidos a su casa», saludaba la presidenta a los primeros visitantes. Una comitiva de bienvenida en la que le acompañaban miembros de la Mesa y de la Junta de Portavoces.
Los parlamentarios ya tienen asumido que en estas jornadas los protagonistas no son ellos, y por eso no hacían ni una mueca cuando se quedaban con la mano colgada sin dar un apretón, conscientes de que lo que más interesaba a la mayoría de ciudadanos estaba pasando el Salón de los Pasos Perdidos: el hemiciclo.
En el salón de Plenos muchos jóvenes buscaban los tiros de Antonio Tejero, y otros no tanto, recordaban qué era de ellos aquella tarde del 23 de febrero de 1981:
- «Me pilló en segundo de carrera, estudiaba psicología y estaba en una academia de repaso en una calle cercana. Nos enteramos por la radio».
- «Yo iba al instituto y nos mandaron a todos casa, pidiendo que no nos reuniésemos, ni nos juntásemos».
- «En mi caso, acaba de aprobar unas oposiciones. Estaba en Aranda del Duero y todos los compañeros nos reunimos esperando noticias. Teníamos una preocupación particular, que se suspendiera la asignación de plazas».
En estas jornadas, la función de control no la ejercen los diputados sobre el Gobierno, sino los ciudadanos sobre sus señorías. Al diputado de Vox por Valencia Carlos Flores, no le preguntaron por el sistema de votación, ni por el lugar donde se sienta cada partido. Una pareja quería saber insistentemente qué representaba el cuadro de la izquierda que preside el hemiciclo, la Jura de Fernando VI en las Cortes de Valladolid. Y como si de una interpelación se tratase hubo espacio para la réplica preguntando sobre la figura de María de Molina.
Además de en aprietos por el patrimonio, más de un parlamentario se vio en apuro a la hora de posar en selfies. El espacio no era tan reducido, como cuando se afrontan sesiones conjuntas, pero cuadrar el plano también presentaba sus dificultades. Además, por un día el gallinero y las últimas filas eran las posiciones más buscadas. «Más, más arriba, que se vea todo», se decían unos visitantes a otros.
Un Congreso intergeneracional que acogió durante unas horas desde a bebés que paseaban entre las bancadas en brazos de sus padres captando la atención de muchos diputados, incluida la presidenta Armengol, hasta personas de avanzada edad que observaban emocionados el escenario.
Un Congreso intergeneracional, pero también internacional. Pues varios representantes socialistas dedicaron su tiempo a explicar a un grupo de latinoamericanos, los procesos electorales y el funcionamiento del sistema político español. Y también hubo quien echó mano del inglés para conversar con unas jóvenes asiáticas interesadas en la labor que se desarrolla en el hemiciclo.
«¿Supuestamente eres diputada, no?», en estos términos interpelaron a Patricia Blanquer (PSOE), que entre risas asintió y se puso a disposición del grupo de visitantes para resolver cualquier duda. «Son días bonitos», reconoció la diputada alicantina.
Muchas personas mayores, pero también grandes cuotas de juventud. Estudiantes de periodismo, relaciones internacionales, ciencias políticas… Algunos con anhelos de tener el Congreso por oficina en unos años, otros críticos por comportamientos partidistas -Vox estaba repartiendo pulseras- en un día que consideraban de carácter institucional.