“Se levanta la sesión. Eran las doce y cincuenta minutos de la madrugada.” Así concluye el Diario de Sesiones de la sesión plenaria nº218, abierta en la tarde del 25 de noviembre. En ella se aprobó la proposición de ley para el establecimiento de gravámenes temporales a la banca, las energéticas y las grandes fortunas y la aprobación de la toma en consideración de la proposición de ley por la que se suprimirá el delito de sedición y quedará sustituido por uno de desórdenes agravados. Al acabar era ya viernes 26. Concluía ahí, una de las semanas más largas que recuerdan sus Señorías.
Un Pleno que arrancó el lunes 21 y que acogió en los días posteriores el tedioso proceso de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. “Señorías, vamos a dar comienzo a las votaciones. Como saben ustedes, hay bastantes votaciones y, por tanto, el tiempo calculado es largo; se lo digo para que se preparen psicológicamente”, aconsejó la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a los diputados antes de dar paso a la última votación de las cuentas en la Cámara Baja el viernes por la tarde.
Votación eterna
En consecuencia, cuando llegó el turno de las votaciones de la reforma del delito de sedición y de los impuestos temporales, ya cerca de la medianoche, los diputados acumulaban más de 40 horas de pleno. Para más énfasis, ambas votaciones se hicieron de forma pública por llamamiento, lo que perpetúo la situación y dejó entrever el cansancio de todos los allí presentes.
Durante el llamamiento, uno por uno, de los 350 diputados, en más de una ocasión el voto que pronunciaba el diputado desde su escaño, no era el que repetía (a modo de confirmación y para evitar equivocaciones) el secretario de la Mesa que estuviese en ese momento en la tribuna.
Una situación que lejos de causar enfado entre sus protagonistas, el popular Adolfo Suarez Illana y varios miembros de JxCat, ubicados en las últimas filas del hemiciclo, arrancaba risas entre las bancadas. Que en las horas previas habían vivido momentos muy tensos, como consecuencia del enfrentamiento entre la ministra de Igualdad, Irene Montero, y VOX, por la ley del solo sí es sí.
El propio Suárez Illana tras llamarse a sí mismo desde la tribuna tuvo que enmendarse. El primer reflejó que tuvo fue decir «sí» a la aprobación de los nuevos gravámenes temporales a la banca, las energéticas y las grandes fortunas, pero rápidamente reparó en el error. Y pronunció un rotundo «no», que de nuevo arrancó carcajadas.
Detalles que no recoge el Diario de Sesiones (pero sí las cámaras y los micrófonos), porque ante este tipo de votaciones la labor de esta publicación se reduce a recoger y enumerar quién ha votado “sí”, “no” o “abstención”.
Un pleno de récord
Plenos tan extensos como el relatado no son comunes, pero tampoco se trata de una excepción. Entre el 23 y el 28 de julio de 1979 tuvo lugar uno que duró 36 horas. Extensión suficiente como para alzarse en el podio de los más largos en aquellas primeras legislaturas, caracterizadas por una actividad frenética.
Más allá de la duración, o de los temas de gran calado que se abordaron, la anomalía de ese Pleno residió en que acabó un sábado a las nueve de la noche. Siendo extraordinario lo primero, no lo segundo, como se puede deducir de lo anteriormente narrado.
Por el lado político-judicial en esos días se produjo un intenso debate en relación al Tribunal Constitucional. Pero antes de que concluyera el primer período de sesiones del año, el gobierno también quiso llevar al pleno el Plan Energético Nacional.
Se hizo para lamento del socialista Miguel Boyer como último punto del orden. De modo que el debate se inició un viernes a las nueve de la noche y finalizó 24 horas después, ya en sábado. Eso sí, con su debido parón de por medio “se levanta la sesión hasta mañana a las once (…) Eran las diez y treinta minutos de la noche”.
Economizar los tiempos
A pesar de que por parte de la presidencia, entonces en manos de Landelino Lavilla, se sugirió al inicio del debate ligereza en el uso de la palabra. Tal como se habían acordado entre los portavoces, “y consiguientemente por todos los Grupos Parlamentarios”, para “dar la mayor agilidad al debate y economizar al máximo posible los tiempos”.
El presidente añadió que el acuerdo no era rígido, a la par que rogó a los grupos que lo respetasen y no utilizasen en términos generales ni los turnos en contra, ni las explicaciones de voto. Unas prisas que para Boyer no resultaron aceptables en un proyecto que había tenido una “gestación larguísima” y que iba a ser tramitado en pocas horas.
Por ello al inicio de su intervención Boyer expresó su malestar: “Mala fortuna la de nuestro proceso parlamentario, que por torpeza nuestra o por la situación de peripecia del orden del día hace que temas de la importancia del Plan Energético Nacional o del Presupuesto del Estado tengan que ser degollados y liquidados en sesiones apresuradas, en las cuales estamos -como en esta- en el límite extremo de la sesión extraordinaria y cansados”.
El Reglamento del Congreso, en su artículo 62 señala que las sesiones, por regla general, se celebrarán en días comprendidos entre el martes y el viernes, ambos inclusive, de cada semana. Aunque no obstante podrían celebrarse en días diferentes de los señalados por acuerdo de los grupos parlamentarios, la junta de portavoces, la Mesa del Congreso… Eso fue lo que ocurrió en el pleno del 23 al 28 de julio de 1979 cuando se habilitó alargó hasta el sábado.
Abierto en fin de semana
Tan extraordinario resulta que se celebre una sesión en fin de semana, que en los últimos treinta años solo se ha dado en tres ocasiones. Todas ellas para la celebración de debates de investidura, es decir, ninguno de carácter “ordinario”.
De manera que el diario de sesiones del 4 de marzo de 1996 (investidura José María Aznar), del 29 de octubre de 2016 (investidura Mariano Rajoy) y del 4 de enero de 2020 (investidura Pedro Sánchez) arrancan con la fórmula “celebrada el sábado”. En este último caso también fue necesario habilitar el domingo. Lo que hace de ella una coyuntura aún más inédita.