De gestora discreta a epicentro de la polémica
Rocío Hernández Soto asumió la Consejería de Salud y Consumo de Andalucía en el verano de 2024, en plena remodelación del Gobierno de Juanma Moreno, con la misión de enfriar una de las carteras más tensas del Ejecutivo autonómico.
Su perfil técnico y reservado buscaba rebajar la temperatura política tras los meses convulsos que habían costado el puesto a su antecesora, Catalina García, y devolver serenidad a una sanidad andaluza aún debilitada por la pandemia.
En apenas un año, esa apuesta por la templanza se volvió en su contra. El colapso del programa de cribado del cáncer de mama, que dejó sin diagnóstico a miles de mujeres, la situó en el centro de una tormenta que terminó forzando su dimisión, anunciada hoy en una comparecencia del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.
Una gestora de perfil bajo
Licenciada en Farmacia y con una larga trayectoria en la administración sanitaria andaluza, Hernández había ocupado puestos técnicos en planificación y gestión hospitalaria antes de dar el salto al consejo de Gobierno.
Dentro del Ejecutivo era considerada una gestora eficaz, poco política y extremadamente prudente.
Fuentes del Parlamento andaluz la describen como una dirigente “fría y contenida, de voz baja y discurso plano”, más cómoda entre informes que ante los focos.
Su estilo contrastaba con el de García, combativa y vehemente, lo que en su momento fue interpretado por Moreno como un acierto estratégico: una consejera de perfil institucional frente a la confrontación.
El escándalo que cambió su suerte
La crisis de los diagnósticos tardíos de cáncer de mama estalló como una ola que desbordó cualquier intento de control.
Hernández defendió el sistema y anunció un plan de choque de doce millones de euros y 119 profesionales para reforzar los cribados, pero las críticas no cesaron. Las asociaciones de pacientes la acusaron de “llegar tarde” y de “no escuchar a las afectadas”.
Una caída sin estridencias
Rocío Hernández deja el cargo sin declaraciones ni reproches. Su salida marca el fin de una etapa en la que la sanidad andaluza ha vuelto a ser el frente más delicado para el Gobierno del PP.
Su figura, discreta hasta el último día, resume la paradoja de su paso por el poder: fue elegida para apagar incendios y acabó consumida por uno que no provocó, pero tampoco pudo evitar.