A pesar de todo, la Unión Europea ha resistido el avance la ultraderecha. No era la primera vez que se temía que el peor escenario se hiciera realidad. Pero las urnas, es decir, la mayoría de la ciudadanía que ha acudido a votar, lo ha evitado.
De hecho, la mayoría europeísta que suman los partidos europeos popular, socialista, liberal y verde alcanza los 450 escaños (cifra que se ensancha aún más con los componentes proeuropeos de la Izquierda), ampliamente por encima de la mayoría absoluta del Parlamento Europeo (361).
Por su parte, la extrema derecha no ha incrementado sustancialmente su presencia en la Eurocámara, aunque sí lo ha hecho en términos nacionales, como muestran Alemania y Francia de manera muy preocupante.
La extrema derecha no ha incrementado sustancialmente su presencia en la Eurocámara, aunque sí lo ha hecho en términos nacionales
Ahora bien, no sería lógico plantearse una traslación automática de los resultados en las europeas a unas legislativas, al menos por dos razones: la abstención (que en aquellas sigue siendo enorme) y el diferente sistema electoral utilizado en estas.
El caso de Francia
En Francia, por ejemplo, los eurodiputados se eligen proporcionalmente, mientras que para los diputados a la Asamblea se aplica un sistema mayoritario a doble vuelta en circunscripciones uninominales. De forma que, si funciona el desistimiento republicano, Marine Le Pen no formará gobierno y, de lo contrario, sus ministros se sentarán en el Consejo de la UE a partir de este verano. Nada menos.
No sería lógico plantearse una traslación automática de los resultados en las europeas a unas legislativas
Es preciso buscar las razones que llevan a un sector del electorado a decantarse por los partidos ultras: las sucesivas crisis económicas, la ansiedad geopolítica (con Ucrania en el centro), el miedo a las migraciones, una legislación acelerada y poco explicada en las transiciones gemelas e incluso los valores subyacentes en algunos sectores, a pesar de la memoria histórica pasada que nos ha refrescado el 80 aniversario de Normandía.
Todos esos factores deben ser respondidos de manera inteligente, sin abandonar en ningún caso el impulso de los valores, los objetivos y las políticas de la Unión.
Por su parte, el voto mayoritario puede interpretarse como el respaldo al mantenimiento de la gran coalición europeísta que ha gobernado la UE durante décadas, protagonizando su profundización política y su ampliación, sin borrar las legítimas y lógicas diferencias entre las derechas, el centro y las izquierdas que la componen.
Acuerdos para renovar instituciones
Con esa interpretación, corresponde a populares, socialistas y liberales, con el concurso de otros europeístas, buscar el más amplio acuerdo posible para renovar las instituciones comunitarias en tiempo y forma: la presidencia del Parlamento, la de la Comisión (teniendo en cuenta los resultados electorales, como reza el Tratado) y la del Consejo Europeo, y la figura del Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad.
Corresponde a populares, socialistas y liberales, con el concurso de otros europeístas, buscar el más amplio acuerdo posible para renovar las instituciones comunitarias en tiempo y forma
Y hacerlo dando el protagonismo a los nombramientos y al programa legislativo y presupuestario de la próxima Comisión Europea y a las orientaciones estratégicas del Consejo Europeo, que tendrán que responder a cinco grandes cuestiones de la Unión: la profundización, el papel geopolítico, el ritmo de la la ampliación, la política económica (con asuntos centrales como la competitividad, la culminación del mercado único, la existencia de un mecanismo anticíclico suficiente y permanente y el impulso del pilar social) y el volumen del nuevo Marco Financiero Plurianual.
Del acierto en esos terrenos y de hacer caso omiso a los cantos de sirena de la ultraderecha, dependerá qué Unión Europea irá a las elecciones de 2029, con muchos comicios nacionales hasta entonces. Pero hoy podemos decir que la Unión Europea de los valores, la libertad, la democracia y el progreso social sigue en pie.
SOBRE LA FIRMA Carlos Carnero González (Madrid, 1961) ha sido eurodiputado, miembro de la Convención que redactó la Constitución Europea, diputado a la Asamblea de Madrid, Embajador en Misión Especial y Director Gerente de la Fundación Alternativas.