La mejor energía, la más barata y la que menos contamina es la que no se produce. La afirmación aún hace enarcar las cejas a muchos responsables de los grandes conglomerados energéticos a pesar de que no la defienden sólo activistas antisistema o ultraecologistas.
La recoge la Comisión Europea en la Recomendación (UE) 2021/1749, sobre el principio de “primero la eficiencia energética”. «La hipótesis de base” dice la comisión “es que la mejor energía es la que no se produce porque no hay necesidad de utilizarla. También significa que debe ser preferible la reducción de la demanda frente a la producción de energía a partir de fuentes climáticamente neutras, porque contribuye a controlar el nivel de las inversiones necesarias para la transición hacia las energías renovables y promueve un enfoque más sostenible para el uso de los recursos”.
La mejor energía, la más barata y la que menos contamina es la que no se produce
Desde aquella recomendación comunitaria han pasado muchas cosas y han cambiado muchas otras. Se han desatado guerras, miedos y presiones que han modificado numerosos puntos de vista.
Bruselas, incluso, ha lanzado iniciativas para reducir las emisiones un 90% en 2040, pero en esta ocasión, apostando por tecnologías inmaduras y aún caras como la captura de carbono; los pequeños reactores nucleares (SMRs) y la consideración como renovables del gas, el hidrógeno y los e-fuel si la reducción de emisiones derivada de su uso alcanza al menos un 70%.
Medidas de eficiencia energética
En ese contexto un tanto espeso, España está aprobando medidas de eficiencia energética que suponen un avance significativo en la vía del ahorro y la contención de la demanda. En enero de 2023 se aprobó el Real Decreto 36/2023 por el que se establecía un sistema de Certificados de Ahorro Energético. Desde entonces, se ha ido armando -vía resoluciones- una estructura que funciona con éxito desde hace años en países como Francia, Italia y Reino Unido.
España se ha sumado con retraso -Francia impulsó el sistema hace ya 18 años- pero ha dado el paso en la dirección correcta. El corpus normativo de ese avance lo componen un Real Decreto – RD 36/2023 del 24 de enero de 2023-, dos órdenes ministeriales (TED/815/2023 y TED 845/2023) y una resolución -20 de octubre de 2023- de la Dirección General de Política Energética y Minas.
Con esos mimbres, el Ministerio de Transición Ecológica ha cimentado el Sistema Nacional de Obligaciones de Eficiencia Energética-. El sistema tiene dos patas: el Fondo Nacional de Eficiencia Energética (FNEE) que gestiona el Instituto de Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) -al que contribuyen obligatoriamente una veintena de empresas, incluidos todos los grandes grupos energéticos- y el Sistema de Certificados de Ahorro Energético (CAE) aprobado en el decreto de 2023.
España está aprobando medidas de eficiencia energética que suponen un avance significativo en la vía del ahorro y la contención de la demanda
Las dos patas tienen que contribuir con un tercio del ahorro de energía -4,4 TWh- al objetivo de 2024 que se sitúa en 12,8 TWh. Por tener referencias. España consumió 250 TWh de electricidad en 2022, según datos de Red Eléctrica de España.
Es un paso importante. Entre 2014 y 2022, el único sistema de eficiencia en funcionamiento era el mecanismo de aportaciones al Fondo del IDAE por parte de las grandes comercializadoras (los “sujetos obligados”). No era suficiente para alcanzar los objetivos establecidos por la UE porque los Gobiernos de la época, por la crisis primero, y la Covid y la inflación después, relajaron las exigencias de ahorro.
Pero Bruselas ratificó los objetivos a 2030 y el Gobierno de Sánchez se ha visto en la obligación de incrementar las aportaciones al Fondo. Entre el año 22 y 23 las aportaciones crecieron de 191 millones a 393 millones. Y está previsto que para 24-25-26 crezcan un 100% cada año.
Por supuesto, aportaciones y ahorro tienen su traducción en números y en negocio. La veintena de empresas que están obligadas a aportar al Fondo de Eficiencia Energética tienen que ahorrar energía por importe de 688 millones en 2024. De esa cantidad, el 35 % como mínimo tienen que aportarlo en efectivo al FNEE. El resto pueden cubrirlo voluntariamente mediante certificados de ahorro.
Nuevas instalaciones
Ahí se ha abierto una vía de actividad para empresas que intermedien en la obtención y justificación de los ahorros. Son lo que la norma denomina “sujetos delegados”. Ya están en marcha. Según el listado del Ministerio de Transición, a principios de febrero son 17 sociedades. Entre ellas están las constituidas por grandes grupos (Acciona Esco; Endesa X servicios; Sacyr Facilities) que podrán gestionar certificados de ahorro de sus propios proyectos.
En Francia, el ejemplo que sigue el sistema español, el sistema ha funcionado bien. El país ha reducido un 25% el consumo final con respecto a 2019 (Ministere de la Transition énergétique, 2023). La cifra se ha conseguido con actuaciones en el aislamiento de áticos o tejados; el aislamiento de paredes; la instalación de bombas de calor aire/agua o agua/agua y la recuperación de calor de instalación frigorífica.
Es un buen argumento para vencer la resistencia al ahorro que todavía se da en España. Hasta el punto de que algunos expertos equiparan la situación a la que se produjo en su momento contra la instalación de contadores individuales de agua.
Avanzar no es fácil. Considerar la eficiencia energética como una fuente de energía más por derecho propio choca con el modelo. “Implica un cambio del modelo tradicional de producción y consumo de energía”, asegura el experto en Energía Javier García Breva. Ese modelo tradicional se basa en grandes proveedores dominados por los combustibles fósiles y consumidores pasivos que se limitan a aceptar los precios.
Frente a ese marco, el de mayor eficiencia supone el paso hacia un sistema más flexible, que incorpora tecnologías renovables y se centra en consumidores activamente comprometidos. No es fácil porque el enfoque de la eficiencia tiene que ser global y vinculado a un sistema integrado. Y eso afecta a la producción, al transporte y también al consumo.
En general, el ahorro de energía beneficia más a la sociedad que a los inversores, por lo que los defensores de un nuevo modelo energético abogan por eliminar las barreras regulatorias y no regulatorias
Tratar la eficiencia energética en igualdad de condiciones con las alternativas de inversión en nuevas infraestructuras energéticas es un reto para un modelo en crisis. Implica un análisis de la relación coste-eficacia a largo plazo que tenga en cuenta los beneficios sociales, medioambientales y económicos. No sólo desde el punto de vista del inversor, también desde el punto de vista del consumidor.
Ahorro energético y áreas de acción
En general, el ahorro de energía beneficia más a la sociedad que a los inversores, por lo que los defensores de un nuevo modelo energético abogan por eliminar las barreras regulatorias y no regulatorias que todavía impiden las soluciones de eficiencia energética para sustituir las inversiones en nuevas infraestructuras energéticas.
Hay mucho campo para trabajar y mejorar. Algunos de los principales problemas y áreas de acción incluyen:
- Edificios poco eficientes: Muchos edificios en España, especialmente los más antiguos, carecen de aislamiento adecuado, sistemas de calefacción y refrigeración eficientes, y tecnologías de iluminación modernas. Esto conduce a un consumo excesivo de energía para la climatización y la iluminación.
- Transporte: El sector del transporte es responsable de una parte significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero. La falta de infraestructura para vehículos eléctricos, así como la dependencia continua de los combustibles fósiles, son áreas donde se necesita mejorar la eficiencia.
- Industria: Muchas industrias en España aún utilizan tecnologías y procesos energéticamente ineficientes. La modernización de la maquinaria y la adopción de prácticas industriales más sostenibles pueden reducir significativamente el consumo de energía en este sector.
- Falta de conciencia y cultura energética: Aunque la conciencia sobre la importancia de la eficiencia energética está creciendo, aún queda mucho por hacer en términos de educación y sensibilización del público. Muchas personas y empresas no están al tanto de las medidas y tecnologías disponibles para reducir su consumo de energía.
- Políticas y regulaciones: Si bien España ha avanzado en políticas y regulaciones relacionadas con la eficiencia energética, aún hay espacio para fortalecerlas. Esto incluye incentivos fiscales para la mejora de la eficiencia energética, estándares más estrictos para los edificios nuevos y existentes, y programas de apoyo para la investigación y desarrollo de tecnologías energéticas limpias.
- Financiación: A menudo, el principal obstáculo para la aplicación de medidas de eficiencia energética es la falta de financiación. Las inversiones iniciales pueden ser altas, especialmente en el caso de la renovación de edificios o la adquisición de tecnologías más eficientes, lo que puede disuadir a consumidores y también a empresas de realizar mejoras.
Abordar todas estas carencias no es fácil porque requerirá un enfoque integral que involucre tanto al sector público y al privado, así como a la sociedad en su conjunto.
Pero es importante hacerlo porque la promoción de la eficiencia energética no solo puede ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a mitigar el cambio climático, sino que también puede generar ahorros económicos significativos a largo plazo y promover el desarrollo de una economía más sostenible.
SOBRE LA FIRMA Santiago Carcar es un periodista especializado en temas económicos y de energía. Ha trabajado en prensa escrita, radio y televisión.